sábado, 11 de diciembre de 2010

El 20%

Hay un determinado momento en el que decides desaparecer, decides coger ese folio garabateado, partirlo en mil trozos, y enviar cada porción tan lejos como tu leve soplo te permita. En ese momento no existe un antes o un después, no existen los colores, no existe ni siquiera el viento que antes solía refrescarte. Tú. Sólo tú. En blanco y negro. Como fue siempre.

En ese instante son millones las cosas que te pasan por la cabeza. Empiezas a arrepentirte del 80% de las cosas que algún día hiciste, pero más de las que no hiciste. Comienzas a observarte desde fuera, a coger la cámara y enfocarte a ti mismo. Ves cosas que antes desconocías. Tu propia imagen, que solías identificar al mirar al espejo, ahora es otra. ¿Quién soy yo, tan vacío de contenido, tan escueto, tan fugaz? Te das cuenta de lo mucho que has corrido todos estos años, de lo poco que te has parado a echar un vistazo a lo que te rodeaba, que la de risas que te has perdido por buscar una sonrisa, solo una, entre los trillones de motas de polvo que viajaban por el espacio, por tu espacio.

Después de tragar tanto y tanto, qué bien sabe este respiro. Qué rica la vida. Qué bueno es cada instante que dejas de analizar, y te limitas a sentir. Pensarte más las cosas no te hace más inteligente. Que andes con zapatos no impedirá que te canses de caminar, pues si algo tiene el camino es que a todos, tarde o temprano, nos agota; a todos, en algún momento, nos entran ganas de frenar, de tirarlo todo por la borda y dejarnos hundir sin más. Hay que seguir luchando, y más aún cuando el viento va en nuestra contra, cuando las manecillas nos recuerdan que nunca dejarán de cumplir su tarea.

No sirve de nada pelear contra el tiempo, pues esa batalla estuvo ya perdida desde el principio de todo. El tiempo no existe. Tú no existes, yo tampoco.

El hablar por hablar podrá quedar muy bien, podrá hacer parecer que lo que dices tiene sentido, pero no puedes jurar que todo lo dices por un motivo. No es cierto. Y yo ya me he cansado de buscarlo.

Qué bien sabe el aire nuevo, las nuevas experiencias, los nuevos proyectos. Darse cuenta de que lo que estaba nunca estuvo, nunca estará, y de haber estado, nunca hubiera sido, y que lo que nunca fue pudo haber estado siempre, no es un error, es más, es un acierto necesario. Necesario para que llegara este soplo de aire. Hay episodios en la vida que son como ese sueño que durante una noche entera te conmueve, te preocupa, te inquieta, te hace llorar, te hace reír, te hace enfadarte con el mundo, te ayuda a conocer mejor a esa parte de ti que no te gustaría ser, pero que al fin y al cabo sólo es un sueño. Al despertar, no queda ni rastro de esa vida que por unas horas has vivido.

Cuánto he estado muriendo todo este tiempo. Cuantas mañanas me he perdido, cuántos atardeceres. Cuantos días he olvidado quién era, tratando de encontrarme en sitios en los que nunca estuve y odiaría estar. Aquello por lo que luchamos no es siempre aquello que más merece la pena, ni aquello que más deseábamos.

Cuánto me he perdido. Cuántos lugares he dejado de visitar, cuánta gente he dejado de conocer, encerrada en mí misma, en esta manera tan estúpida de ver las cosas. Qué más da qué nombre le pongamos a aquello que no es nada, si nunca lo será.

Cuánto me he perdido, cuánto he ganado.

Ahora bien, nadie nunca sabrá cómo de bien me sienta respirar un nuevo aire, dejar que un nuevo soplo asome tímidamente. A la mierda el mágico silencio.

Hay un determinado momento en el que decides desaparecer, decides coger ese folio garabateado. Y partirlo en mil trozos.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Tantas cosas

A veces me encuentro tan tranquila leyendo o viendo una película, y de repente una frase, una imagen, algo que me trae un recuerdo que me incita a venir aquí y escribir. Lo que sea. Para lo que sea. No busques una función a leerme, porque no lo entenderás si no entiendes tantas otras cosas. Las palabras huecas de intención no se encuentran en mi almacén. Tampoco las seguras. Siempre me encuentro en un punto equidistante entre la suerte y la razón, dos terrenos tan poco explorados, tan poco horadados. ¿Quién usa la razón cuando actúa la suerte? ¿Quién lanza indirectas cuando no busca nada? Ni siquiera tú puedes responderme a esa pregunta.

Y entiendo que no entiendas esto. Y entiendo que cuando me ves no te acuerdes de lo que aquí digo, pues todo te parece tan lejano. En el fondo piensas que escribo por escribir, por dar cuerda al aburrimiento. Y nada más lejos de la realidad. Cada mirada es un “si supieras” y cada sonrisa un “date cuenta”. Y así estamos. Una clave tras de otra. Una pista dada sin haber comprendido la anterior. Parece mentira que la simbología no sea tu fuerte.

No es que no me guste subir cuestas, es que luego tengo que bajarlas. Luego, cuando ya estoy cansada. Luego, cuando sé que no pasará mucho tiempo hasta que la vuelva a subir. Un ocho que no avanza y unos pasos que envejecen con nada día perdido. ¿Pero estamos ganando…o perdiendo? O tal vez deba decir estoy, pero ya saber cómo me gusta pluralizar. Quizá ahí radique el problema.

Lo que decía, a veces necesito venir aquí. Necesito escribir. Contar algo. Lo que sea. Lo que salga. Lo que en ese momento me gustaría gritar, en ese momento en que me falta la voz y mis fuerzas duermen. ¿Duermen, o se hallan en coma persistente? ¿Es todo un sueño o las cosas están sucediendo de verdad? Pero ¿qué cosas? A estas alturas ya no sé si no puedo ver nada porque nada existe o porque son tantas cosas que mi visión no abarca todo.

Escribir es como desenroscar media válvula de mis pesares, como dejar salir la mitad de todo lo que llevo dentro. De todo esto que ha vuelto a resurgir como el fénix, ahora con más fuerza que nunca, con más poder del que puedo llegar a controlar. A veces esto (y ojalá pudiera llamarlo de otro modo) me sobrepasa. A veces no sé cómo tratarlo, cómo abrazarlo para que se tranquilice y deje de llorar vagos intentos de intentos.

Pero hay veces en que todo merece la pena. Momentos que convierten a estos otros momentos de frustración y mar de dudas en merecedores de la pena. Merecedores de la constancia y la paciencia. Supongo que lo de atar cabos no se te dará tan mal a fin de cuentas. Debes de estar harto de que sólo sea eso.

Volví a la segunda persona. Volví a imaginar. Volví a cerrar los ojos y recordar hechos que no han sucedido (¿aún?). Volví a ser quien siempre fui. A recordar el camino de casa sin perderme. Porque podría hacerlo con los ojos cerrados, e incluso si alguien me diera vueltas tratando de desorientarme. Ya he hecho el camino de vuelta demasiadas veces. Volví, como vuelve el Sol aunque llueva. Como vuelve el recuerdo.

Y seguiré volviendo cada día. Porque ése, a pesar de todo, es mi lugar.

No busques una función a leerme, porque no lo entenderás si no entiendes tantas otras cosas.

Mañana será otro día

Cada vez te entiendo menos. A mí ni siquiera intento ya entenderme. ¿Para qué, si es una causa perdida, si es algo que nunca conseguiré? Cuando creo hacerlo, resulta que ha pasado tanto tiempo que ya no soy la misma, que a la que entiendo es a la que era en ese momento, no a la que ahora trata de entenderse. ¿Y de qué sirve entenderse si hacemos lo que nos da la gana? No somos fieles a la esencia, no somos leales a nuestros cimientos. Y así pasamos el tiempo, construyendo con ladrillos de mala calidad, enyesando recuerdos de vidas sin vivir pasadas como quien espera esos últimos cinco minutos, cuando piensas que no merece la pena buscarse una distracción para tan poco tiempo. Qué lástima de prejuicios malgastados.

No sé qué intentas decirme. Y cuando te digo “ah, ya” es cuando menos lo entiendo. Hablas un idioma que yo apenas chapurreo, y tú apenas te has puesto a chapurrear lo que yo hablo. No estamos hechos de la misma manera. No tenemos bases equivalentes, aunque si estamos fraccionados. A saber dónde estarán ahora el resto de mis piezas. A saber dónde metiste las tuyas. Pero si tan sólo pudiera contrastar, si tan sólo pudiera salirme de mí misma para ver si soy como creo que soy; si tan sólo pudiera estar en tu lugar un minuto para ver si eres como creo que eres; si eso ocurriera, las cosas serían más fáciles. Pero no existe nada fácil. Como dije antes, no estamos hechos de igual modo. Mientras yo me dejo llevar por tus pensamientos, tú piensas y razonas y analizas hasta el hecho de respirar. Como si pudieras controlarte. Como si pudieras huir de ti. Como si morir fuera tan fácil para quien ya ha muerto.

Caminas. Cada día das un paso. Sólo que tienes etapas en que lo haces en círculos, eso cuando no lo haces para detrás. Y vuelves a lo mismo. Y vuelvo a escuchar lo mismo. Y sigo sin sorprenderme. Ya casi nada lo hace. Y paso por el mundo sin ser consciente de por dónde ando. Es un estado de alucinación constante. Un bucle absurdo. Y vuelta al punto de partida. Siempre volvemos, y creo que es de las pocas cosas que tenemos en común. ¿De qué me sirve escribir?, digo mientras escribo.

Nadie nunca entenderá esto. Ni tú, que crees hacerlo. Ni tú, que sabes por qué lo hago. Nadie. Ni siquiera yo lo hago. La fluidez no hará que esto avance mejor ni más rápido, pues pesamos demasiado y estamos demasiado hundidos en este fango que nosotros mismos creamos, hace mucho tiempo. Pero, ¿qué es el tiempo? ¿A cuánto equivale mucho?

A veces me río al pensar que esto es como hablar sola, solo que hay otros que te escuchan. La respuesta es la misma que hablar con la pared de la habitación donde ahora escribo. Cero. Nada. Vacío. Susurras, pero no te oigo. Caminas, pero te descalzas al pasar por mi lado. Aunque pegue la oreja al suelo, eres demasiado cauto, haces demasiado poco ruido. Pero siempre estás. Siempre que intento salir de casa, siempre estás aquí dentro. Cuando intento entrar, siempre estás en la escalera, recordándome entre susurros silenciados que no tienes intención de irte de mi vida.

Ahora podrás comprobar lo que hace la influencia. Esto es algo de locos, de idiotas. Y yo sola me metí dentro. Interpelar a la suerte es como lanzarse al agua, como sumergirse a varios metros de profundidad, mientras algo te empuja hacia dentro. Y de un modo u otro, el oxígeno aparece, bajo cualquier forma, traído por cualquiera. ¿No tienes curiosidad? ¿Ni una pizca? Entonces sigamos. Tú cosiendo y yo descosiendo. Tú molestando y yo pidiendo perdón. Arriba nunca es igual que abajo. Reír no es lo mismo que llorar, aunque estemos tan lejos que ni me lleguen tus pisadas.

Intento que lo entiendas y lo complico a más no poder. Doy un paso y retrocedo dos. Esto es como una segunda realidad. Y lo mejor es que nadie nos conoce. Puedes decir lo que quieras, porque jamás te entenderé. Jamás seré consciente de lo que quieres decir cuando dices “nada”, o de a quién te refieres cuando dices “nadie”. Porque sólo sé que hay algo. Que hay alguien. Que cuando sonríes y sonríen contigo tus ojos es porque algo callas. Siempre supe que escondías algo.

Porque hay palabras que no dicen nada y miradas que lo dicen todo. Porque cuando crees que no soy como tú, que no vivo en tu lugar y que no ando, te equivocas, sólo que lo hago cuando tú corres. Por eso siempre has estado un paso por delante de mí, y no al revés. O quizá hayan sido más. La meta es la misma, y yo ya estoy a un solo salto de llegar. Ya verás la sorpresa que te llevas cuando llegues y veas que yo ya estaba allí desde hacía mucho tiempo.

Sigue caminando y fingiendo que no ves que vamos juntos. Mañana será otro día. Quizá el día en que hablemos el mismo idioma y no necesitemos absurdos traductores.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Bendita ignorancia

No me conoces. No te conozco. Nadie conoce a nadie. Vivimos gracias a un amplio repertorio de caretas, con centenares, cada una de ellas para una ocasión. Cuando estamos con alguien, automáticamente nos colocamos la que nos parece más propicia. Criticamos la falsedad pero nos alimentamos de ella. ¿Quién no ha sido falso alguna vez? ¿Quién no ha hecho de tripas corazón –y ya estamos con las frases hechas- y ha puesto una amable sonrisa, una bonita cara, cuando por dentro querría salir corriendo o gritar y patalear? En muchas ocasiones hemos deseado fuertemente hacer algo, y no lo hemos hecho o hemos hecho algo distinto, quizá algo que otros hubieran preferido, o algo políticamente más correcto. Pero ¿quién designa lo correcto? ¿qué es lo correcto? Y lo más importante, quien responda estas preguntas, ¿tiene razón?

Lo cierto es que no hay nada objetivamente correcto. Nada es verdad, y nunca habrá nada que nos saque de dudas, pues la duda forma una buena parte de la certeza. Aunque sea uno de mis peores enemigos y aún no sea consciente de lo mucho que me daña cada día, adoro la duda. Donde hay duda hay esperanza, y donde hay esperanza, principio de acción. Si estuviéramos completamente seguros de todo jamás nada nos inquietaría, nada acariciaría nuestra curiosidad, pues probablemente ni la tendríamos. Si supiéramos todo nadie miraría hacia el futuro, pues viviría en él.

La ignorancia puede cerrar muchas puertas, pero no hay nada mejor que saberse ignorante. Un día leí que sólo el sabio sabe lo mucho que no sabe, que sólo él se da cuenta de que lo que desconoce siempre es más que lo que conoce. Y es algo que sólo se cura con el tiempo. Por mucho que alguien se encerrara en una habitación toda su vida sin tener contacto con el mundo exterior, siempre aprendería algo, pues la mayoría de los conocimientos proceden de nuestro interior.

Debemos dejarnos llevar por la vida, con los oídos bien atentos, pero relajados. Dejemos que sea ella quien nos guíe; seamos copiloto de nuestro caminar. De nada sirve adelantarse a los acontecimientos, pisar el futuro, pues el futuro no existe, siempre es ya presente. De nada sirve sufrir por algo que aún no ha ocurrido, porque puede que suceda como tememos, como esperamos, o incluso no suceder. Nadie sabe qué pasará mañana, porque mañana, cuando llegue, será hoy.

El tiempo repara todos los daños, unta todo con olvido, suaviza los recuerdos y nos hace sabios. El tiempo nos convierte en dueños de lo que somos, pero sólo cuando ya ha llegado.

No me conoces. No te conozco. Pero el tiempo, entre otras cosas, hará que esto deje de importarme.

Lo que sabemos es una gota de agua, lo que ignoramos es el océano” (Newton)

jueves, 2 de septiembre de 2010

Siempre volvemos

Hay decisiones a simple vista triviales que pueden cambiar irremediablemente el curso de la vida. En ocasiones decir puede hacer que el sentido de una existencia quede claro y expreso, propiciando una vida aparentemente racional, mientras que otras veces la obligada renuncia transforma nuestro mundo de un modo increíblemente peligroso, de un modo que nos aterra al tiempo que nos emociona y excita.

Parece sorprendente que el mero hecho de inclinar la balanza por una posibilidad de dos, desechando así el natural equilibrio, pueda dar un giro de 180⁰ a todo lo que nos rodea, se encontrara o no en esa balanza.

Hay algo que he aprendido durante todo este tiempo, y es que existe algo peor que presionar uno de los lados de la balanza, algo que peor que ser testigo de cómo tu vida puede ser la que siempre quisiste o la peor de tus pesadillas: que el miedo no te permita resolver las dudas. Es entonces cuando te pasas las horas pensando en cómo sería todo si hubieras arriesgado, si le hubieras plantado cara a tus problemas y hubieras desafiado a tus miedos, que son y serán siempre tu peor enemigo.

Tener tan cerca lo que quieres y tener que contener la respiración durante horas para poder lograrlo. Miedo a sumergirse. Miedo a no poder salir a la superficie más tarde. ¿A qué tenemos miedo? ¿Por qué moriremos siendo unos malditos cobardes? La solución nunca estuvo en huir. Es más, quien diga que se va no hará sino construir una prisión sin puertas alrededor de sí mismo. ¿De qué sirve huir si la mente nunca abandona el deseo? Y no lo puede abandonar porque forma parte del mismo, porque no podemos controlar el hogar de nuestros pensamientos, igual que no podemos aferrarnos a la vida, igual que no podemos encerrar agua con las manos si separamos los dedos.

Mientras más lejos corramos, más rápido volveremos al lugar de origen. De nada sirve el autoengaño, las palabras fanfarronas, el “soy dueño de mí mismo”, pues no somos libres ni para decidir serlo. Nunca seremos quienes somos en realidad, siempre escogeremos entre los muchos yoes el que mejor se adecue al momento, a la compañía o al lugar. No somos un algo compacto y concreto, tan sólo el resultado de varias piezas superpuestas de diferentes puzles.

A veces nos parece que hemos olvido, pero repito sólo lo parece. En realidad lo único que ha ocurrido es que algo nos ha entretenido en el camino de vuelta, algo ha ralentizado la velocidad a la que nuestra mente regresaba a su constante y usual ubicación. Pero el entretenimiento siempre cesará, y siempre volveremos al punto de partida, por lejano que éste nos parezca.

La locura es perecedera, y ojalá no tuviera que desdecirme en cada entrada de la entrada anterior, pero la vida son fases que se van sucediendo y pisando unas a otras. De pronto un día te despiertas y te das cuenta de que no estás siendo tú, que lo que hacías no tenía sentido. Te acuestas dios y te despiertas hormiga. Y conforme pasa el día decides que prefieres ser una triste y vulgar hormiga, pero ser esa hormiga que siempre fuiste, con sus millones de dudas e ideas que se pisan unas a otras, creando un ser diferente cada día que pasa.

Hay algo que aprendí no hace mucho. El tiempo siempre pasa, y algún día todo llega a su lugar. De nada sirve alejar de la mente aquello que se anhela, renunciar “mentalmente” a los deseos más profundos, pues somos lo que somos, miscelánea de piezas sin sentido ni dirección, sucesión de constantes errores cuyo número aumenta cada minuto que pasa.

Porque que haya dejado hoy de lado la segunda persona no quiere decir que en mi cabeza no se balancee constantemente un tímido , que mientras va dibujando y pretendiendo borrar esbozos de recuerdos, me susurra que el ancla es demasiado pesada, que está demasiado bien clavada.

Volveré, aunque nunca me marché. Este siempre fue mi sitio.

Avísame cuando te hartes de correr y prefieras sólo caminar.

martes, 27 de julio de 2010

Tiempo de locuras

Si no lo sientes, nunca lo lograrás. Goethe.

Son muchas las técnicas psicológicas que nos aconsejan visualizar aquello que queremos: tratar de reflejarnos en un espejo temporal con el fin deseado, actuar dando por hecho que lograremos lo que ansiamos. Y me pregunto yo: ¿no es pecar de optimismo, no es vivir bajo los efectos de la ilusión? A veces las altas dosis de optimismo nos conducen a la derrota, a la decepción, a sentirnos descontentos con nuestra propia actitud.

El problema viene cuando no podemos visualizar aquello que queremos porque ni siquiera lo sabemos. El problema está cuando nos da por pedir y por exigir a tontas y a locas sin pararnos a pensar en nuestras prioridades. ¿Cuántas veces nos ha ocurrido, nos ocurre y nos ocurrirá que opinamos algo y al día siguiente nos desdecimos? Nunca sabemos lo que queremos. Nunca el objetivo es fijo. Como siempre, los matices, los estúpidos matices, nos obligan a no estar seguros de nada. Siempre hay un pero. Siempre hay un bueno…. Y así caminamos. Como locos. Como borrachos. Como tontos.

Y yo, sin lugar a dudas, encabezo el pelotón. He perdido la cuenta de las veces que me he recordado queriendo algo, pidiendo noche y día por ello, al borde de la obsesión. Luego he cerrado los ojos y me he dado cuenta de lo que poco que me importa ese momento el fin que tiempo atrás constituía mi vida. Pero para cuando reparaba en la paradoja era demasiado tarde: de nuevo volvía a vivir por y para conseguir ese mismo objetivo.

Y es que somos inconformistas. Somos cambiantes. Somos gotas que el viento mueve, esparce y desordena, y vuelve a colocar en el lugar de origen. Pero siempre sin un orden. Siempre sin control. Como títeres. Como autómatas. Los cambios de humor y de ideas se van sucediendo como muta el tiempo: lo mismo está soleado y caluroso que está frío, nublado o tormentoso. Demasiado bien nos llevamos los unos con los otros, porque somos como bombas de relojería en constante ebullición.

A estas alturas seguro que te estás preguntando qué relación tiene todo esto con la cita de Goethe del comienzo. Pues bien, aunque no estoy cien por cien de acuerdo con las corrientes filosóficas que he mencionado al principio, tengo que reconocer que quizá puede que influyan en la obtención del deseo. Mejor dicho, no creo que influyan en ésta, sino más bien en la actitud con la que te enfrentes al logro. Y aquí sí que le doy la razón a Goethe. Es muy importante sentir. Ser testigos de cómo los poros de tu piel canalizan las emociones, de que el cuerpo no es sólo un mero recipiente, una maquinaria.

Porque, ¿qué hay más bello que llorar? ¿qué hay más bello que observar que el vello se eriza ante una canción, ante una voz, ante una caricia? La emoción nos hace sentirnos vivos, nos hace amar, nos hace temblar ante la vida, pero a la vez pertrecharnos de ilusión por ella.

Sé que muchos pueden discrepar con esto, créeme, soy consciente. Durante toda mi vida casi todo el mundo ha estado en desacuerdo conmigo en la mayoría de mis ideas. Pero en el fondo me gusta sentirme diferente. Me gusta saber que no todo el mundo de esta masa, de este pelotón, es igual. Alguien dijo alguna vez que en la variedad está el gusto. Y qué razón tuvo. El caso es que en mi opinión, debemos alejarnos un poco, apenas unos centímetros, de las convicciones que durante tantos años han crecido con nosotros acerca de la diferencia en lo que está bien y lo que está mal. Creo profundamente que lo que nos hace falta es una vida con más locuras. Y es que el tiempo de las locuras no dura para siempre. Quizá ésta sea el lema del libertino, pero éste no es mi caso.

Las pequeñas locuras, los pequeños momentos de caos, los instantes en que te paras a pensar (aunque mejor si no lo haces): ¿pero qué puñetas estoy haciendo?, son los que le dan sentido a la vida. Y es como una cadena, como un bucle. Cuando un día pruebas un pequeño bocado de la locura, cada vez quieres más. Es como una droga. Cuando pruebas la locura, el lema de tu vida pasa a ser el ¿y por qué no?.

¿Por qué no salir ahora mismo a la calle simplemente por salir? ¿Por qué no sentarte en un banco a mirar a la gente pasar, simplemente porque sí? ¿Por qué no dejar de pensar? A veces tu mayor enemigo eres tú mismo, y tu pensamiento. El pensamiento puede resultar realmente una tortura, un calvario, el peor castigo que puedes imponerte. Remover el recuerdo y trastocar las ideas no trae nada bueno.

Porque porque sí puede ser una respuesta. Porque tenemos derecho a ser quienes somos. Si queremos, podemos caminar descalzos. Si queremos, podemos leer al revés, escribir alternando las mayúsculas y las minúsculas, vestir con vaqueros, envueltos en papel higiénico, llevar un zapato de cada color. Si queremos, ahora es el momento perfecto. He aprendido algo en mi corta, pero intensa, experiencia. La felicidad no es compacta. La felicidad no existe. Tampoco existe un objetivo, yo prefiero llamarlo antojo o capricho.

Demos una oportunidad a la locura. Dejemos pasar al sentimiento, y dejemos un poco de lado a la razón. Y por un momento, aunque sea cuestión de minutos, dejemos de hacer aquello que debemos hacer, aquello que llevamos haciendo siempre, porque quizá, cabe la posibilidad de que no sea aquello que nos hace más felices.

jueves, 17 de junio de 2010

A veces tenemos que poner la razón por delante de los instintos, de los antojos, de las múltiples apetencias que con frecuencia nos tientan. A veces, aunque algo nos apetezca de un modo que creemos no controlar, aunque nuestras ganas de salir corriendo hacia ello parezcan maniatarnos, nos vemos obligados a pensar fríamente. El riesgo forma parte de la vida de muchos. Adoro el riesgo. Me gusta sentir como todos los poros de mi piel tiemblan llenos de pánico, porque eso es lo que me impulsa a actuar, eso es lo que enciende la chispa que me hace capaz de moverme.

El problema viene cuando un deseo es reprimido por la razón y pasamos el resto o buena parte de nuestra vida preguntándonos qué hubiera ocurrido de haber escogido la otra opción, the mad one, aquella por la que hubiéramos dado la vida sin pensarlo. Y qué difícil es renunciar mientras nos imaginamos sintiendo la felicidad tras alcanzar el deseo (porque esto es lo más cerca que estaremos de la felicidad, imaginándola). Porque en el fondo nos encanta sacar nuestro lado irresponsable, nuestro lado vividor.

Nunca he sabido si está bien eso de aprovechar el momento, de vivir al máximo cada oportunidad que te brinda la vida, sin pensarlo dos veces, sin meditar las consecuencias. Quizá si actuara así sería más feliz, estaría más contenta con mi vida y pensaría que merece la pena vivir sólo para gozar de esos pequeños momentos.

La felicidad no existe como tal, sino que es un conjunto de instantes. Cada instante es una gota, una pequeña parte del todo que la compone. El problema (o al menos el mío) es que esas gotas vienen con efecto retardado: no sabemos verlas y valorarlas hasta que no nos suceden cosas negativas, y entonces nos acordamos de ese pequeño instante de felicidad. Puede que ni recordemos el día en que pasó, ni con quien lo compartimos, pero sabemos que existió y que fuimos felices gracias a él. Si no fuese así, no sabríamos catalogar los instantes negativos como tales, no podríamos comparar lo malo de hoy con lo bueno de ayer o de mañana.

Y uno de los peores instantes negativos es el extrañar algo o alguien. Es curioso cómo echamos de menos, cómo sentimos un vacío tan grande en el pecho cuando pensamos en alguien que no está, o al menos que no lo está para nosotros. Parece que el resto del mundo deja de importarnos. Día a día vemos miles de rostros dispuestos a ayudarnos, dispuestos a ofrecernos su escucha e incluso su intervención, pero eso no da igual. Sólo podemos ver un rostro. Sólo podemos escuchar una voz. Por más que se nos grite, que se nos toque el hombro, nada ni nadie podrá disuadirnos de nuestra idea, de aquello que echamos de menos.

Y qué duras son las despedidas. Cómo duele no saber cuándo será la siguiente vez, la siguiente sonrisa, el siguiente acorde de nuestra canción. No podría contar las veces que habré dicho adiós a tantas cosas y a tanta gente. Había veces en que el adiós no lo expresé con palabras, sino que simplemente decidí recoger mi equipaje y marcharme, sin más, sin explicaciones, con argumentos que se caen por su propio peso.

Pero siempre volvemos. Siempre regresamos al punto de partida. Nacemos varias veces en la vida. Aprendemos a andar, a hablar, maduramos y volveremos a caer, y así una y otra vez. Infinitos ciclos vitales que se repiten.

Porque somos lo que somos y pensamos como pensamos. Por eso, aunque digamos que sí, aunque cubramos de falso orgullo nuestras acciones, aunque digamos "yo ya me fui", aunque contemos que muere el vínculo, siempre, siempre volvemos. Podremos empezar una nueva vida, caer y levantarnos. Podremos pedir ayuda, podremos darla. Podremos dar a los demás esos consejos que nunca supimos darnos a nosotros mismos, aun necesitándolos. Podremos fingir que olvidamos.

Pero nunca, aunque luchemos, podremos abandonar del todo nuestros sueños. Nunca podremos hacer oídos sordos a la melodía que tiempo atrás llenaba nuestra mente. Nunca podremos fingir que nos da igual lo que no nos lo da.

En el aire, en ningún tiempo y en todos a la vez, en ningún sitio y en todos los lugares, nuestros instantes, las pequeñas piezas que componen la felicidad de un puzzle llamado vida.

jueves, 10 de junio de 2010

Qué mala es la lluvia que sólo puedo ver yo, que sólo a mí me moja y que se mezcla con mis lágrimas. Todo es tan nuevo y al mismo tiempo tan rutinario, tan banal. Sigo viendo las mismas cosas de cada día, pero cuando las vuelvo a mirar, es como si las conociera por primera vez. Y vuelven las palabras redundantes. Y la subjetivación. Y las ganas de dejar de ganar en un juego que no me gusta.

Déjame quedarme en este refugio, al menos hasta que pase la tormenta. Permíteme vaciar aquí esta maraña de ideas que van y vienen sin haber nunca llegado. Déjame tu abrigo aunque tú también tengas frío, aunque a tí también te cale la lluvia, esta lluvia de perfumes, silencios y de palabras nunca dichas.

No creo en las causas perdidas. Únicamente se pierden cuando dejamos de luchar, cuando recogemos la maleta de nuestros sueños y nos marchamos muy lejos, tanto que no nos llegan las voces que gritan que regresemos y sólo oímos un eco, y quizá pensamos que son imaginaciones nuestras. Los sueños tienen dueño. Las metas, luchadores, y ellas sí que nunca nos abandonan, aunque huyamos, aunque corramos.

Durante mucho tiempo pensé que nada existía en realidad, que todo dependía del momento y del lugar y del modo en que se quisiera ver. Durante mucho tiempo creí ver -aunque me resista a reconocerlo- algo que quizá nunca fue, o que quizá es lo más grande que me podrá ocurrir en la vida. ¿Y no es bella la duda? Donde hay duda hay esperanza, y donde hay esperanza hay esfuerzo. Y esta concatenación no es más que la fuerza que envía el corazón, que la lucha por salir a la luz que llevan a cabo los instintos, la parte irracional que debería mostrar más a menudo.

Sonriamos por lo que nunca sucedió. Escribamos lo que nunca vimos. Retengamos en la mente lo que el viento, hace mucho tiempo, entre el sonido de los árboles y de hojas aplastadas, creyó susurrarnos.

LLUEVE

No sé por qué un día decidí huir, ni sé qué razón es la que mueve al hombre a hacerlo. Supongo que el miedo es quien nos incita a dar marcha atrás, a recoger los pedazos de nosotros mismos y dar media vuelta. En mi caso no fue el miedo, sino más bien la resignación que, una vez más, cansada de darme toquecitos de advertencia en el hombro, me gritaba al oído que abandonara mi lucha, que esto empezaba a no tener sentido, o es que quizá nunca lo había tenido. No sé si decir que me he ido quiere decir que me haya ido de verdad. No sé ni siquiera si alguna vez dije "me voy". Las decisiones repentinas son tan relativas, tan ricas en matices. Casi todo lo que pasó, pasa o pasará por mi mente es susceptible de perder su seriedad con un "y si". Pero no me preocupa. Digamos que he aprendido a vivir sabiendo que todo puede cambiar en cuestión de segundos: de repente, una mirada, un recuerdo, una promesa, un cambio de opinión. Así son las cosas.Quizá lo que he hecho se llama "cambiar de máscara", tal vez para no ser reconocida. El problema es que soy yo misma la que ha dejado de reconocerme. Me veo y no sé quién soy. Casi no recuerdo a aquella que sonreía simplemente por nada, porque un vago y simple pensamiento cruzara su mente. ¿Qué ha podido pasar? Yo no quería que esto llegara tan lejos, ni siquiera quería que la situación acabara. Sólo quería lograr mi sueño, sólo ser feliz en un mundo que se hacía cada vez más pequeño.Descorché mis ilusiones como quien descorcha una botella, sabiendo lo que ocurrirá a continuación. Me emborraché de sueños. Tuve un coma etílico de esperanzas falsas. Y desperté. Y volví a nacer. Y comencé a ver las cosas de otra manera. Empecé a ser consciente del tiempo y del lugar, y me di cuenta de que no se puede vivir en el futuro. Debemos planificarlo, pero nunca vivir en él. Y ése fue mi gran error. Me he marchado, o quizá no. Eso es algo que veremos con el tiempo. O no. Pero da igual. Vivamos hoy y pensemos mañana. Subjuntivicémonos. Hagámonos aire, fuego, lluvia. Brisa que susurra pero tiene miedo de hablarle al mágico silencio.

domingo, 9 de mayo de 2010

Señales

¿Crees es las señales? ¿Crees en esos avisos, esos toques de atención que a veces te da la vida? Yo no sé qué pensar.
¿Por qué cuando me dispongo a empezar de cero, a olvidarte, a sacarte de mi cabeza, apareces de un modo u otro? Es como si no me dejaras olvidarte, como si algo me empujara hacia ti cuando me alejo leve y tímidamente. Y es tan difícil seguir adelante, tan difícil pasar por los sitios por donde caminamos un día, por las calles que un día nos vieron, nos escucharon y ahora encierran un amor que no llegó a formarse.

Nuestras vidas transcurren de modo paralelo, sólo que tú caminas varios pasos por delante, tú eres el reflejo de mi futuro y, créeme, no me gusta que sea así. Pero es inútil luchar contra esta conexión. Es inútil obviarlo. ¿Y sabes qué? Tú lo sabes.

No voy a permitir que arruines mi vida. No voy a dejar que mis días sigan pasando sin que yo sea consciente y sin alcanzar la felicidad, porque un día, hace ya mucho tiempo, la situé en tu vida, en aquel trozo de cielo que los árboles nos permitían ver.

No quiero que mires atrás. No quiero que te dejes ahogar por tu pasado. Mira siempre hacia delante. Enfréntate a tu vida con altivez, con seguridad. Puedes ser lo que te propongas. Nunca dejes de luchar, ni de creer en ti.

Porque no hacemos las cosas bien hasta que dejamos de pensar el modo en que hacerlas.
Improvisa. Traduce. Inventa.

lunes, 3 de mayo de 2010

¡Cómo me cuesta escribir algo para ti ahora que todo ha cambiado! Durante años fuiste mi ilusión, mi guía, unas de las pocas razones por las que tenía sentido despertar cada mañana. Durante años formaste parte de mi día a día, de mi monótona rutina, y encabezabas la lista de planes de futuro. Jamás pensé que esto pudiera pasar, que fuese a llegar el día en que no iba a pensar en ti ni una vez, en el que no iba a recordar tu sonrisa, en el que iba a olvidar que vivía para ti.

Y ha sido tan repentino... En pocos días se produjo la liberación, el estallido, la ruptura con el pasado. Poco a poco he ido sintiendo como se desataban una a una mis cadenas, y ha sido más doloroso que cuando me las pusieron - no sé si fui yo misma-. Luché con todas mis fuerzas por no sacarte de mi vida, por no olvidar cada instante. Ahora siento que todo por lo que he pasado estos años ha carecido de sentido, ha sido una tomadura de pelo, un tiempo perdido. ¿Cómo ha podido pasar tanto y sin tener ningún bastón, ninguna señal, ninguna prueba? Ahora me observo en el pasado como si fuera otro ser. Apenas me reconozco. ¿Qué ocurrirá cuando te encuentre? Ni siquiera sé si me apetece volver a verte, si me apetece rememorar cada instante de dolor y desdicha.

También hubo momentos buenos. Momentos por los que creo que no llegué a caer. Aunque resbalara millones de veces, siempre había algo que me hacía levantar. A veces era sólo verte, dejar que tus ojos se encontraran con los míos y trataran de susurrarte lo que yo no me atrevía a confesar, quizá por miedo, quizá por mis altas dosis de realismo. Supongo que mientras viva me atormentará la misma duda: ¿y qué hubiera pasado? ¿qué sería ahora si me hubiera atrevido? Casi prefiero no saberlo. Cada palabra tiene su momento, y supongo que éste no ha llegado. O tal vez lo dejé pasar como una idiota.

Creo que eres una de las pocas personas con las que nunca he hablado de este tema: hablar o callar. Supongo que si alguna vez te hubiera preguntado habrías dicho: "Oh, sí, esas cosas hay que decirlas", con ese aire chulesco, superior y decidido que te caracteriza y tanto me encantaba. Y lo peor es precisamente eso, que no sabes nada, o que yo no tengo constancia de que sepas nada. He tenido decenas de oportunidades, pero en casi el 90 %, ni siquiera me lo planteaba.

Estoy absollutamente perdida y lo peor es que nadie puede ayudarme, nadie puede aconsejarme lo que es mejor para mi porque probablemente ni siquiera haya algo "mejor" en este dilema que me persigue en cada silencio, en cada nota arrugada de la canción que un día te escribí. Ahora ya no sueño con abrazarte, con compartir contigo mi vida, Ahora, si cierro los ojos, sólo veo un escenario en negro. Desaparecieron los sueños, las esperanzas de encontrarte y de que me encontraras.

Cae el telón. Desaparecemos tú y yo.

martes, 13 de abril de 2010

¿Un nuevo aire?

Qué raro es todo esto. Qué extraño se me hace mirarte mientras vienen a mi mente imágenes de otro, del mismo modo que antes venían las tuyas a cada instante. No sé si creer en las señales. No sé si tengo que dejar de ser tan tremendamente sensata, si debería dejarme llevar más. Que sea el viento quien me traiga y me lleve, y también quien me haga tropezar.
Tengo tanto miedo de que no salga bien, tantas ganas de saber qué pasará cuando de repente me acuerde de ti y no pueda permitirlo... Me ha costado mucho sacarte de mi vida, y de pronto parece que nunca te fuiste, que siempre estuviste allí, susurrándome palabras que no puedo entender. A veces creo que soy demasiado arriesgada, que no eres tonto y sabes captar las metáforas, pero eso no parece importarme.
Pero eso cambiará. Lo sé. Con el tiempo todo esto habrá pasado y casi no recordaré tu sonrisa, o tu indiscreción, o tu mirada cuando crees que no miro.
Y también sé que si sigo así esto nunca cambiará.

domingo, 28 de marzo de 2010

Todos tenemos un pasado, algo que tira de nosotros y no nos permite vislumbrar el futuro. A veces en la vida sucede lo que le pasaba al elefante del cuento de Bucay: cuando fue llevado al circo siendo una cría el elefante, después de su actuación, quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Al principio trató insistentemente de liberarse de su atadura, luchando día y noche, hasta que llegó un momento que paró de intentarlo, quizá por pereza, quizá por resignación. Creció y se convirtió en el elefante más grande del circo, quien sin duda alguna habría derribado sin esfuerzo la atadura que coaccionaba su libertad.

Pues bien, tenemos centenares de ataduras como la del elefante, miles de obstáculos que simplemente un día no supimos o no pudimos destruir, y por eso creemos que no seremos capaces ahora.

A mí me pasa constantemente. Tengo miedo de casi cada paso que doy. Y es porque veo más allá del presente. A veces me creo capaz de leer el futuro, ilusa yo, que me piso una y otra vez. Pero no es el futuro lo que veo. El futuro cambia cada día. Hoy es la causa de mañana. Quien eres hoy ha dependido de que fuiste ayer.

Quizá el error que encabeza mi ránking es la cobardía, los y si... : y si yo hiciera, y si yo dijera, y si pudiera. Menos palabra, menos entradas y más acción. No quiero medir mis palabras, como estoy haciendo en este instante. ¿Por qué tengo que engañar a todos, incluso a mí misma?

Ahora es cuando empiezo a vivir, cuando empiezo a darme cuenta de la filosofía que sigue la vida: golpe tras golpe. No te has recuperado de uno cuando viene el siguiente, y luego el otro. Y así hasta el fin. Cada golpe es una enseñanza, una unidad didáctica que te da la vida. Y cómo duelen. Cómo quema recoger los pedazos de tí mismo de las frías aceras de una noche de primavera, cómo duele verte despedazado, incompleto, congelado y desnudo de madrugada, mietras que la vida sigue y piensas que los demás lo hacen mejor que tú. Siempre creemos que somos raros, que sabemos menos que los demás, que él o ella lo haría mucho mejor que lo haces tú.

Nadie dijo que vivir fuera fácil. Pero es reconfortante llegar a casa y ver que tienes un techo, un lápiz y un folio para al menos escribir lo que sientes, dejar constancia de tus recuerdos. Cada cosa que escribo es un desafío que le lanzo al olvido, una piedra que lanzo al mar y veo cómo va cayendo profundamente.

Nunca dejes de soñar, ni pierdas las esperanzas. Mientras haya un rayo de sol será de día, no importa la hora, no importa la lluvia. Aún así, no le temas a la noche. Simplemente tú, único, irrepetible, eterno. Dueño de lo tuyo, testigo de lo de otros. Desde tu trono ves pasar las manos y las miradas de muchos otros. Nunca dejes de creer que esto tiene sentido.

¿Sabes por qué? Porque antes de que ocurran las cosas hay que soñarlas.

martes, 23 de marzo de 2010

LO LLEVAMOS EN LOS GENES

Ayer escuché una frase que me hizo pensar: nada tarda tanto como aquello que no se intenta. Y qué razón tiene. A menudo nos empeñamos en lograr un sueño, no importa cuán irreal sea, y no hacemos otra cosa que cruzarnos de brazos y esperar a que pase el tren y de él se baje lo que esperamos. Eso cuando por lo menos acudimos a la estación a esperarlo. A veces ni eso: nos quedamos sentaditos en casa, mirando al cielo y rogándole a quién sea que nos escuche que ocurra aquello con lo que tanto soñamos, aquello que nos quita el sueño por las noches y nos lo da durante el día. ¿Cuántas veces has llorado y has pataleado porque no consigues lo que quieres sin ni siquiera intentarlo? Y es que en el fondo somos unos cobardes. Y unos egoístas. Casi en las más altruista de las acciones del filántropo existirá un ápice de interés, un trocito de egocentrismo. ¿A quién no le gusta su minuto de gloria? ¿Quién no disfruta siendo aplaudido, palmeado o abrazado? Somos egoístas, repito, y por naturaleza. Y yo no soy menos. Y tú tampoco. Sólo podemos disimularlo. Tratar de fingir lo que no somos. El aparentar de siempre. La absurda capa de vanidad y falsedad que a todos nos envuelve. Todo lo que nos rodea es falso. Nada es verdad. Ni siquiera esto.

ADIÓS

Con esta entrada quiero despedirme de muchas cosas y de mucha gente. No pensaba escribirla, no pensaba al menos hacerlo tan pronto, pero es que no aguanto más.
Voy a empezar despidiéndome de mí misma, de esa parte de mí que durante tanto tiempo ha hecho tantas locuras, por un fin que ni siquiera alcanzaba a conocer entonces. Sólo sabía que luchaba, que estaba perdiendo mi tiempo y mis fuerzas por algo que no podía abarcar, que no podía definir, pero que llenaba todas y cada una de las facetas de mi vida. Nunca me di cuenta de lo dentro de estaba, quizá ése ha sido el problema. Durante todos estos años he estado engañándome a mí misma, haciéndome creer que todo esto tenía sentido y que algún día conseguiría mi objetivo. Ahora, sólo varias horas después de haberme dado cuenta del error, sé que nunca llegará. También sé que serán pocos los que entiendan esta entrada, quizá ninguno, pero no me importa. Sé que el destinatario de estas letras algún día se dará cuenta de que lo que tratan, de lo que encierran. Pero entonces será demasiado tarde.
No sé cómo me he dejado engañar por tantos y tantos consejos cargados de buena intención pero de poca visión de la realidad, que es tan confusa, tan difusa, tan manchada y influenciable. La subjetividad ha sido mi aliada todo este camino, pero hoy ha decidido marcharse (espero que) para nunca volver. ¿De qué me ha servido todo este tiempo alimentarme de una ilusión falsa, de una promesa hecha al viento?. Ésta es la despedida para el ser que me ha acompañado todo este tiempo, para el ser que ha sido testigo de esta gran farsa: yo misma.
También me gustaría decirle adiós a los pensamientos de futuro, a los sueños, a las esperanzas. Todos habeís sido mis baluartes, pero ahora soy yo la que decido marcharme. Gracias por haberme ayudado todo este tiempo a no caer, a no despertar.
Gracias a todas las canciones que han adornado tantos y tantos momentos que yo interpreté como bellos, como perfectos, pero que no eran sino simple fantasía.
Antes de despedirme del todo, quisiera pedir perdón. Perdón por haber sido sólo un estorbo todo este tiempo, por que se haya tenido que cargar conmigo. Perdón por haber estado siempre tan pendiente, por haber deseado siempre lo mejor y por haber pedido tantas veces que se encontrara el lugar en la vida. Perdón por haber sido tan constante, por haber intentado cada día conseguir este sueño a pesar de ver cómo estaba cada vez más lejos. Perdón por las horas desperdiciadas, por los minutos en los que se preferiria estar haciendo miles de otras cosas. Perdón también por haber hecho partícipe a tantos y tantos de algo que nunca debió de salir de mi mente, de mi alma, o de donde quiera que se guarde esto. De corazón, lo siento. Espero no ser molestia nunca más.
Por último, y no por ello lo menos importante, quisiera despedirme de alguien en particular. Sabes a quien me refiero, ¿verdad?. Sí, seguro que sí. Igual no te has dado cuenta en todo este tiempo, y ha sido ahora, pero no importa. Mejor eso que nunca.
Tú eres el protagonista de esta historia, y tú vas a ser quién tenga el papel principal en el fin de ella. No sé como he podido ser tan idiota de seguir creyendo en tí. No entiendo como he estado tan ciega todo este tiempo. Y puede que todo esto te suene a canción, que ya lo hayas escuchado, o que simplemente no te apetezca leerlo ahora. Pero me da igual.
Durante mucho tiempo he sido testigo de tu vida, de tu evolución, de tus fracasos, de tus miedos, de tus luchas. Quizá nunca me viste, pero al fondo de la sala, tras el rincón ,estaba yo escondida, vigilando que nada te ocurriera y luchando por tu felicidad en la lejanía. No sabes cuánto te soñé, cuánto te esperé, cuánto me has dolido tantas veces. Aunque no me vieras, era yo quien te curaba las heridas, quien trataba de hacerlo con una sonrisa, a escondidas, escribiendo todo lo que nunca te dije, tratándo de informarte con una mirada de lo que escondía.
Nunca estuviste en mi vida. Nunca formaste parte de ella. Eras un algo marginal, uno de tantos y tantos seres que pasan por la vida pero que nunca se quedan. Y yo intentaba empujarte, intentaba tirar de tu mano para que te quedaras, obligándote a querer este sitio, pero te resistías. No sufras, ya me he dado cuenta de que no lo quieres. Ni yo quiero que lo quieras obligado. Por eso me marcho.
Estoy prácticamente segura de que no vas a notar mi partida, porque ni siquiera se te pasará por la cabeza que esto vaya para tí.
Sólo te pediré una cosa más. Quiero que recuerdes un momento a solas conmigo.
Quiero que hagas un gran esfuerzo por visualizar mi mirada. Piensa. Recuerda. ¿Ves ahora lo que expresaba? ¿Ves ahora lo mucho que decía? Seguramente no.
Seguro que ahora cerrarás mi blog, suspirarás y pensarás: "vaya tontería" o "vaya cursilada". En fin, en parte lo es. Y no es mi intención, pero sí una coletilla, un tic literario si quieres ponerle nombre.
Te dejo seguir con tu vida. Sigue adelante. Deseo que seas muy feliz, que seas todo lo feliz que yo nunca te hubiera podido hacer. No quiero que te sientas culpable, porque decisión mía fue entrar y decision mía ha sido salir.
Sal a la calle. Cómete el mundo. Dile a todos lo que piensas en cada momento sin temor a represalias, sin temor al qué dirán. Sabes que puedes conseguir lo que te propongas y cuando te lo propongas, así que nunca dejes de creer en tí. Eres todo lo que has construido. Eres cada persona que has conocido, cada lugar en el que has estado, cada corazón por el que has pasado. Eres el fruto de tus ideas, de tus palabras, de tus corazonadas, de esa intuición que tienes que llevar a reparar.
Te agradezco el haberme hecho tan feliz, porque sin tú saberlo, me impulsabas cada día, me empujabas a ser mejor, a poner más empeño en lo que hacía; qué importa para qué, el caso es que era así. Jamás podré pagarte todo lo que me diste sin ser consciente de ello.
Lo que no puedo prometerte es que estaré ahí para lo que necesites, ni que podrás verme cuando quieras. No me pidas eso. Esto es un adiós definitivo, no un "hasta luego", no un "ya nos veremos".
Espero que no tengas que arrepentirte. Espero que nunca tengas que escribir algo así. Te deseo lo mejor en tu camino, un camino del que yo ya me salí.
Nunca olvides todo lo que te quise, y todo lo que pude darte. Piensa que sólo fue algo que no llegó a nacer, una ilusión que no llegó a florecer y que jamás dio fruto.
Vive tranquilo. Como yo no te permití.

REFLEXIÓN MATUTINA Y UNOS CUANTOS "ODIOS"

Ahora miro hacia delante y me imagino cuál será mi futuro, si habré conseguido mis sueños y expectativas para entonces. Odio tener que escribir todo lo que no te puedo decir. Odio tener que verte y saludarte sin más, cuando lo que realmente me apetece es gritarte todo lo que siento. Pero me tengo que conformar con ver mi tiempo pasar, con ver como el mundo sigue girando y yo estoy aquí parada, de pie, sin saber hacia dónde empezar a dar mis pasos.
Soy esa ruleta sin horizonte, a expensas de que la giren y la dirijan.
Odio no saber qué pasará, que pasó y o qué está pasando. Odio no saber qué piensas, odio tu cobardía, tus ínfulas de hombre solitario y maduro cuando no eres sino un niño, un niño que no sabe lo que quiere y quiere saberlo todo.
Ahora me despido. Tengo todo el día por delante para seguir pensando en ti, para seguir maldiciendo el momento en que puse mis ojos en tí, quedando completamente ciega.
Intentando saber por dónde tirar. Perdiéndome con cada tímido paso que doy.

NOCHES QUE DURAN MINUTOS

A veces me parece que la noche no pasa por mí, que desde que me levanto hasta que me acuesto sólo han pasado minutos. Y es que cada día es lo mismo. Estoy cansada de tanta rutina, de ver cada día las mismas caras y de no encontrarme con las que sí quiero ver. Estoy tremendamenente aburrida de hacer cada día las mismas cosas: ducharme , vestirme y a las clases. Necesito una transformación, horadar mi presente y sacar de él el pasado, ese pasado que me tortura. ¿Cuándo vendrá el futuro, a qué está esperando para entrar? ¿Por qué no puedo sentir que crezco, que evoluciono, que lo hace también lo que me rodea? Vivo un puro déjà vu. Constantemente tengo la sensación de haber vivido ya cualquier momento.
Sin embargo no ocurre lo mismo con los bellos momentos. Odio olvidarlos, olvidarlos porque un día no paré de pensar en ellos, y los transformé, como ese juego del teléfono que trastoca las palabras.
No te imaginas cuánto deseo que cambien las cosas, que mis deseos se hagan realidad, y no voy a ponerme romántica, al menos no por hoy.

¿Y QUÉ HAGO YO AHORA?

¿Cómo se supone que debo actuar ahora que sé nuevas cosas? ¿Se supone que debo empezar a olvidar, a sabiendas que no lo conseguiré? La línea es cada vez más difusa, más imprecisa. ¿Cuál es la verdad de todo esto? ¿A quién debo creer? ¿Debo seguir sonriendo cuando me apetece llorar o tengo que dejarme de tanto teatro y ser yo misma?
Ni siquiera sé qué hago escribiendo esto, para qué me molesto en malgastar fuerzas cuando no creo que vayas a leer mi blog. Creo que me aferro demasiado a los proverbios de sabio en paro, a los refranes de domingo por la tarde. ¿O es lunes? Tampoco importa eso ahora. Todos los días son iguales para mí. No veo la diferencia entre un jueves y un sábado, o entre un domingo y un martes. El tiempo pasa inexorable. Las agujas corren maliciosas, malditas, como poseídas por la costumbre de avanzar sin excepción.
¡Cómo me gustaría parar el tiempo en ocasiones, tanto como otras me gustaría que pasara sin darme cuenta! Soy incorformista por naturaleza, soy un algo que no para de pensar y que no saca nada en claro. Soy el resultado de decenas de libros, de centenares de canciones, de millones de palabras que un día escuché y otro me pareció escuchar, pero que nunca olvidé.
Camino sin mirar atrás, pero sin correr hacia delante. A veces me quedo estancada, pero no importa. Las agujas seguirán corriendo.

ESTO DEL AMOR ES UNA MIERDA

Esto del amor es una mierda. ¿Por qué tiene que existir este fenómeno que hace que nos sintamos atraídos de dos en dos? ¿Y por qué me ha tenido que tocar a mí?
Cada día se me hace más duro vivir lejos de ti, lejos de tu sonrisa, lejos de tus ganas de todo y de nada a la vez. Porque vivir entre extremos no es malo. Luchar sintiendo que voy a caer hace la lucha más excitante, más arriesgada, y yo adoro el riesgo. Pero, ¿qué es caer? ¿Perderte? ¿Perderme?
No pretendo presionarte, ni creo que eso influyera en tí de algún modo. Sólo intento que deseches algunos pensamientos, que te olvides de ciertos prejuicios que sé que vagan por tu mente, porque sé que están.
Sólo trata de imaginarlo por un instante. ¿Es una idea tan loca? ¿Es algo tan difícil de llevar a cabo? Yo creo que no.
Piénsalo. Cuando se te ocurre algo, llámame, que no me voy a mover de aquí. Sabes donde encontrarme.

REFLEXIÓN POST-HISTÓRICA

Puedo verte en cada rincón de mi mente. Estás presente en cada melodía, en cada silencio, en cada nota de esa canción que nunca compuse. Cada día tengo más miedo de perder esta batalla, no porque gane el oponente, sino por abandonar por decísión propia. ¿Qué pasará si cuando te des cuenta sea demasiado tarde y yo ya no esté? Tengo paciencia, pero supongo que algo limitada. Por otro lado pienso: ¿y si pasan los años y esto sigue igual? ¿Me habré vuelto entonces completamente loca? También temo perder esta ilusión de la que día a día me alimento. ¿Qué vive cuando fallece la esperanza, cuando marchita la meta en la vida? El otoño de esta historia a veces se aproxima, a veces me enseña pícaramente sus hojas secas como tentándome, como mostrándome otra alternativas, quizá mejores, quizá peores, pero distintas. Pero la rendición aún está lejos, al menos lo está tanto como cerca está la victoria, como cerca el objetivo.
Ya casi no apareces en mis sueños, debo haberme acostumbrado a tu ausencia, a tu aparente pero no real lejanía, a tu risa saliendo de mi oído y entrando por mi mente para nunca más salir. Qué hastío de vacías y huecas palabras, qué soledad de tardes frías y húmedas tras el cristal de una ventana que parece no dejar pasar la poca luz que ya me queda.
Cerrar ventanas, encajar puertas.
Vivir soñando un futuro mejor.
¿Es esto vida?

SÓLO RECORDAMOS LO QUE NUNCA SUCEDIÓ

Sólo recordamos lo que nunca sucedió. Sólo conservamos en buen estado aquellos recuerdos que pasaron inadvertidos, que vimos desintegrarse en el mismo momento de producirse, aquellos a los que al principio no concedimos importancia. Poco a poco nos damos cuenta de que son los que más alivio nos producen, y con qué cuidado vamos al cajón para echar un vistazo, no vaya a ser que los arruguemos.
Yo creo que tú tampoco me entiendes cuando hablo. Usamos distintos lenguajes. Yo trato de adaptar el mío todo lo que puedo para que consigas captar lo mínimo, la esencia de todo lo que tengo. Pero veo que no es suficiente. Y a veces me da la impresión de que tú haces lo mismo, de que tratas de traducir levemente todo lo que quieres decir.
Ahora quiero que cierres los ojos por un momento y recuerdes un momento conmigo. ¿Recuerdas que nunca quité la sonrisa de la cara? ¿Recuerdas que por más dificultades que encontrara jamás dejaron de brillar mis ojos de la manera que lo hacen? Recuerda: no es el sitio, es la compañía.
No entiendo cómo lo conseguía antes, sí, lo de salir adelante. Cada paso que avanzamos, más me pregunto cómo podía hacerlo antes, antes cuando no tenía ese último paso que acabo de conseguir. Y así sucesivamente.
Apareces en cada película, en cada libro, en cada canción. Este puzzle no ha hecho más que empezar, el problema es que es demasiado grande para mí sola.
Ahora sólo queda (des)esperar. Pero sé que lo conseguiré. Venceré.

AUTOÁNIMOS

Gran parte de la vida depende de nuestra suerte, pero a veces nos negamos a aceptarlo. Hay veces en las que una palabra pronunciada en el momento perfecto puede cambiar irrevocablemente el curso de los hechos. El azar tiene mucho que decir y que hacer en nuestro destino. ¿Por qué no dejo de planificar tanto mi vida, de tratar de saber con exactitud cómo y cuándo ocurrirán las cosas? Sólo sucederán cuando tengan que suceder, y precipitarlas no es sino ensuciarlas antes de tiempo, malgastar unas vivencias que aún no han nacido. El problema es que nos creemos los únicos dueños de nuestro futuro y olvidamos que nuestro porvenir depende de muchos otros factores: de los demás, de las experiencias,etc. Quizá lo que hoy sueño mañana se convierta en pesadilla. Quizá las palabras que hoy me embaucan, que hoy me hacen tocar el cielo, mañana suenen como desagradable chirrido, como esa tiza nueva que se arrastra por la pizarra.
El hecho de desconocer lo que pasará en el futuro forma parte de nuestra existencia. Nuestra vida sería vacía y sobria si conociéramos con precisión lo que está por venir.
Y yo me pregunto: "¿No es mucho mejor así, viviendo con incertidumbre, viviendo con ilusión de algún día poder conseguir nuestros sueños?"
No obstante, a veces desearía saber qué pasara. Pero no por curiosidad, sino por necesidad. Necesito saber que todo esto tiene sentido, que no espero en balde.
¿Lo necesitas tú también? ¿Sientes, al igual que yo, que necesitamos un bastón en este camino que un día comenzamos sin darnos apenas cuenta?
No me muestres el futuro, conviértete en él o descorre ligeramente su cortina. Yo, mientras, mientras te espero, mientras miro cada día al cielo y pienso que hoy podría ser el día, sigo enfrentando los días con la misma frase, el lema del que aguarda: lo bueno se hace esperar.

ENTRADA PREGUNTONA

¿Qué tengo que hacer para salir de este agujero? ¿Para sacar la cabeza y tomar un poco de aire, aunque sepa que luego volveré a sumergirme? Y lo peor es que me gusta esta cárcel, que adoro estar aquí dentro, soñando con salir pronto, pero acompañada por tí.¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de que tú eres todo lo que quiero y todo lo que necesito? ¿Tengo que gritarlo? Sí eso quieres lo gritaré. No me importa. Yo sólo quiero estar contigo, poder verte cada día, que formes parte de mi rutina, poder darte un beso sin pensar por qué lo hago. No quiero tener que depender de nadie para estar contigo, no quiero mirar el calendario tratando de averiguar qué día de este mes te voy a ver. ¿Por qué tengo que callar todo lo que siento? ¿Por qué no puedo estar contigo sin más? Ni siquiera sé lo que sientes, ni lo que piensas. A veces estoy muy cerca, tanto que puedo escuchar tu corazón, pero es un momento tan efímero, tan breve, pero tan intenso... Sentir tu piel bajo mis manos es sentir a qué sabe el cielo, es alzar los dedos hacia un lejano paraíso.Parece que estamos a kilómetros, cuando sólo nos separan escasos metros. ¿Qué estarás haciendo ahora? ¿En qué estarás pensando? ¿Cuándo volveré a saber de tí? ¿Mañana, el martes, dentro de un mes? Siempre ocurre cuando menos lo espero. De repente, una mañana, se dice, se planea, y vuelvo a ser feliz. Pero cuando te alejas, y mis pupilas te van viendo desaparecer poco a poco, vuelvo a entrar en el pozo, y vuelvo a echar la gran tapa, por donde sólo caben recuerdos y frases vacías. ¿Habrá empezado la cuenta atrás y yo no me he enterado? 3...2...1, no ocurre nada; 5...4...3...2...1, sigue sin ocurrir nada. Tendré que empezar por 520, a ver si para dentro de un año la sorpresa acude a mis puertas. ¿Quién me manda a mí enamorarme de alguien como tú? ¿Quién?

FELICIDAD OCULTA

Hay veces que nos sentimos presos de una situación y no sabemos cómo salir de ella. Veces en las que desearíamos cambiarnos por cualquier otra persona, sin importar cual, con tal de ver cerrada esa puerta que nos asfixia. Sabes que puedes conseguirlo, que todo se puede lograr con un poco de esfuerzo, pero aún así, intentas rendirte. ¿Por qué luchar por algo que no tiene solución?, piensas, y no sabes cuánto te equivocas. Podemos conseguir lo que nos propongamos, unas ocasiones de manera más rápida, más sencilla; otras con duro esfuerzo, pero al final llegamos a nuestro destino. Solo seremos felices cuando dejemos un poco de lado la búsqueda obsesiva de la felicidad. Sólo, como tantas veces he escuchado, encontraremos el amor cuando dejemos de buscarlo, cuando paremos de intentar hallarlo en cada momento del día. Cuando dejemos de perseguirlo, vendrá él a través de sus propios pasos. O eso es lo que creo.
Cuando atravesamos un mal momento tratamos de huir de nosotros mismos, ignorando que es en nuestro interior donde se halla la verdadera respuesta. ¿Quién eres tú, sino quien tú quieres ser? Somos los únicos electores de nuestro destino y nadie puede decidir por nosotros. Es cierto que a veces la vida nos pone trabas, nos obliga a modificar nuestro día a día. Puede cambiar la realidad, puede cambiar el hecho, pero jamás puede cambiar nuestra manera de afrontar lo que venga sin consentirlo nosotros primero. En ocasiones una enfermedad, una ruptura o una muerte pueden alterar nuestra vida, pueden alterar nuestras costumbres, pero eso no tendrá importancia si de verdad enfocamos el problema de modo que no afecte a nuestra felicidad.
Somos únicos, irrepetibles, no existen dos tú ni dos yo. Vivamos esquivando los pisotones que a veces nos da esta gran bola, pero vivamos, a poder ser, felices.

Y EL AMOR ME DEJÓ

Y EL AMOR ME DEJÓ
Una tarde, tomó mi fría mano, y sin mirarme a los ojos, se despidió para nunca volver. Me dejó.
Ahora me sorprendo a mí misma sonriendo al teclear estas palabras, porque sin saberlo, su pérdida me dio un nuevo impulso. Ahora me siento renovada, limpia, fumigada de pesimismo. Gracias a mis dotes horadadoras conseguí llegar al fondo del asunto, conseguí aprender la lección.
Esta muy bien todo eso de la esperanza, de la paciencia, del no rendirse jamás...Bla, bla, bla. A veces el sentido común tiene que prevalecer, tiene que alzarse con brazos cruzados por encima del estúpido interés en imposibles. ¿Vino la madurez? No, que yo sepa. No es madurez lo que atravesó mi vida, sino una repentina y atroz ráfaga de espíritu crítico, que a saber dónde la dejé la última vez que la hube usado -probablemente al fondo del cajón, junto con la capacidad de olvido-.
Ahora mis palabras suenan distinto, incluso mi mirada es distinta. He aprendido a sonréir por lo que de verdad importa, por lo que sí tiene gracia, y no por lo estúpido y absurdo, como antes solía hacer. Ha dejado de importarme la perfección: he descubierto que no existe.
Ahora el haven't met you yet de Michael Bublé resuena en mi cabeza. Su profundo dinamismo, su alegría, su carga de positividad... son todo lo que ahora necesito.
Con la maleta llena, con el espíritu limpio, camino nuevamente. Me he dado la vuelta para así poder empezar de cero. Con Michael. O sin él. No importa.

CARTA AL PRÍNCIPE AZUL

…Y la bella durmiente se cansó de esperar aquel beso que la trajera de nuevo a la vida. Con la melena alborotada y restregándose los ojos acudió al baño, se lavó la cara y encendió el iPod. Algo parpadeaba en la habitación. De repente, una especie de temblor, como un zumbido. Miró hacía debajo de la ventana y supo de qué se trataba. Sus pasos imprecisos y sus ojos entreabiertos no le impidieron darse cuenta de que tenía un nuevo mensaje en el Tuenti.
Cada día, cada mañana, me despierto con la sensación de ser esa bella durmiente sumida en tan profundo letargo. Sonrío y pienso que quizá ése puede ser el primer día del comienzo, el principio de una nueva vida. Pero entonces, cuando doy nuevas expectativas y quizá trazo tímidas líneas de sentido a mi átona vida, sólo entonces, cuando un nuevo despertar se abre frente a mí…me doy cuenta de que aún sigo dormida.
Vivo esperando ese beso, ese suspiro que me devuelva a la vida. No aprecio el día el día, no disfruto esos pequeños detalles. Vivo soñando con el gran regalo, con la felicidad plena, con ese Todo que todo lo cubre. Debo aprender a sonreír con las pequeñas tonterías, con las simplezas, con las risas inocentes e ingenuas.
Si tuviera que definir mi vida en dos o tres palabras, lo haría así: VOLAR…Y CAER. Es ese bucle absurdo el que me alimenta día a día, el que me da de comer de sus propias manos, que no son sino las de una quimera, una ilusión. Quizá en mi mundo todos sean símbolos, tal vez no exista esa relación de semejanza entre el significante de tus ojos y el referente de mi ilusión. Vuelco palabras vacías en un largo vaso, en un vaso que parece no rebosar nunca. Mis emociones y sentimientos, quizá no tan paralelos, parecen conducirme por caminos que aún hoy, precisamente hoy, ignoro.
¿Existe realmente esa persona perfecta, ese momento perfecto y ese lugar perfecto? Tal vez. Tal vez todas esas coyunturas en cadena no estén sino conduciéndome hasta mi destino. Pero…¿cuál es mi destino? ¿Estoy realmente segura de por dónde quiero avanzar? Quizá un día firmara un contrato en el que me negara a llegar a mi final, al tiempo que aceptaba caminar sin rumbo fijo, sin destino, sin meta… como lo estoy haciendo ahora.
Todo esto es demasiado arriesgado. Demasiadas palabras que hablan de ti sin tú saberlo. Quién sabe dónde estarás. Quién sabe qué estarás haciendo. Sólo sé que no estás pensando en mí, que tus pensamientos navegan por unos derroteros demasiado diferentes a los míos, por unos caminos que ni siquiera acierto a atisbar.
¿Otro país? ¿Otra ciudad? No, escasas decenas de metros nos separan. Decenas de metros, que por desgracia, bien parecen billones… Quiero salir corriendo y acudir a ti, quiero saber dónde estás, dónde puedo encontrarte, saber que nada cambiará. Demasiadas variaciones en mi vida, o tal vez todo esté igual y tan sólo cambie yo.
No negaré que a veces el camino no se haga pesado, que a veces mis fuerzas flaqueen, que a veces me sienta tentada por abandonar esta lucha con el pañuelo blanco. Tú ganas. ¿Es esto lo que querías? No, pero no te daré el gusto de verlo, príncipe azul desteñido.

DUDAS AHORA: NO, POR FAVOR

Cualquier día es un buen día para empezar. Cualquier momento resulta ser el idóneo para saber de tí, para tener una ilusión, para crear un mundo que no existe y que sólo yo puedo ver. ¿Locura transitoria? No. Claro que no. Ilusión, ganas, infantilismo como mucho. Estar enamorado no es una forma de locura. Al contrario, es el mayor estado de lucidez. El enamorado observa lo que tiene a su alrededor, busca la felicidad y la encuentra en lo más pequeño. Esas pequeñas cosas, esos pequeños momentos son los que me alientan el paso. Son los que me permiten caminar sin caer, saltar ni pisar el suelo,.. Quiero volar, bailar en el cielo, rodeada de miles de partículas que me rodean y me envuelven abrigándome del frío. Quiero asomarme al balcón sin miedo a caer. Quiero...saber lo que quiero.

VOCES

Aún puedo sentir tu lejana presencia. Aún, si me esfuerzo, puedo sentir tu inquietante fragancia luchando por no desaparecer del ambiente. Pero sé que tarde o temprano esta sensación desaparecerá, como desaparecen las gotas de rocío por la mañana, como desaparecen ciertos recuerdos... Porque, ¿qué eres tú sino un recuerdo? ¿Que son las infrecuentes oportunidades que el destino me brinda para verte, sino circunstancias aleatorias, fortuitas, sino una perfecta coyuntura de casualidades dadas? Saber que vendrás, saber que regresarás, a veces es demasiado complejo. A veces son meras palabras, vacías de intención, nada más allá de una cursiva lanzada al viento, nada más que suspiros extraviados por el fustigante olvido. No sé cómo sería mi vida si pudiera sentirte más frecuentemente. Ahora, si cierro los ojos, puedo soñar, volar, imaginar tu dedo sobre los míos, tu mano que juguetea dulcemente con la mía, tus ojos que ríen con sólo ver los míos. Pero sé que, al menos de momento, no es así. Sé que a veces no puedes recordarme, que sólo mi nombre aparece en tus recuerdos por mera asociación de ideas, quizá títulos de libros o de personajes en películas. No sabes lo que te extraño cuando estás cerca. Aunque finja, aunque trate de sucumbir a la naturalidad forzada, una parte de mí siempre me grita que tu cabeza está bastante lejos de aquí, quizá a kilómetros. Sé que hay nombres que despiertan en ti extraños sentimientos, y créeme, te comprendo. A mí también me pasa. Hay acciones, personas, y momentos en la vida que no podemos olvidar, que no podemos hacer desaparecer como si de magia se tratase. Cuando escribo, cuando trato de poner por escrito y en orden mis ideas, me siento más libre, me siento descargada, desatada, liberada de toda frustración. Incluso mejor que cuando estás cerca, porque cuando puedo sentir el contacto de tu piel con la mía, sé que no estás, sé que no te pertenezco, que no piensas en mí, que no miras cuando yo no lo hago, y me recuerdas que tengo que dejarme de tonterías y poner los pies en la tierra, como siempre y hasta ahora he hecho. Pero no, sucumbo, me entrego, y vuelo alto por una especie de estratosfera creada por mí misma, y por mis ansias de sufrir por algo que no pasará, que no ocurrirá, hasta que no tenga que hacerlo. Una vez escuché que antes de que ocurran las cosas hay que soñarlas. Yo lo sueño, te sueño, te busco, te miro, te escucho, te respiro, pero estás tan lejos. Quiero alzar la mano y poderte tocar. Quiero acariciar tu rostro sin pensar por qué lo hago, quiero besar tus labios sin miedo al rechazo, sin temor a las reacciones. Quiero saber que estarás, sentirte junto a mí. Ojalá algo o alguien me diera la oportunidad de alcanzar mi sueño, de alcanzar esa estrella que no deja de titilar y de traerme recuerdos que quizá nunca viví. Sólo recordamos lo que nunca sucedió. Rememoramos retales de sueños, pedazos de una historia que tantas veces imaginamos como nuestra, como real, como un trozo de cuento de hadas convertido en realidad. Quizá esto no sea sino un sueño, y mañana despierte, y sea otra persona, con otro cuerpo, otro rostro, otras experiencias, y me vea a mí misma, o mejor dicho, a la protagonista del sueño, paseando con sus problemas y una libreta en la mano, como siempre, tratando de anotar lo que no puede decir. Tal vez si viera las cosas desde otro punto de vista, desde el exterior, pueda comprender mejor lo que me está pasando, el extraño proceso que estoy atravesando. A lo mejor necesito escuchar de otros labios la Verdad, por doloroso que pueda ser.
Ojalá pudiera escuchar esa triste, temerosa y casi apagada voz.

IMPULSOS

A menudo recurro al recuerdo para saber más de mí misma, para conocerme más. Acudo a momentos que permanecen agazapados en mi cabeza, a la espera de ser convocados, a la espera de ser seleccionados. Y es que actúo cuando no debo, y omito acciones cuando realmente tengo que actuar. Constantemente digo lo que no pienso, pero pienso lo que no digo. Vivir en un escenario. Deletrear palabras que cualquiera podría haber dicho en un determinado momento. Entornar los ojos como otro hubiera hecho. Es la falta de naturalidad la que me aleja de mi objetivo, la que con un fuerte brazo me agarra y me aparta de la meta, recordándome una y otra vez lo pequeña que puedo llegar a sentirme cuando la madurez flaquea. Quizá no viva aprovechando cada instante. Quizá desaproveche mis años. Quizá, quizá, quizá. Y ese mundo dubitativo me envuelve y me transforma. Las incertidumbres vagan por mis sesos como naúfragos en un mar de socorro. Ojalá alguien pudiera auxiliarme, tender una amable mano que me saque de aquí, que me muestre una salida. Pero quizá ésta no exista. No quiero pensar que viviré condenada a esta pena, que caminaré pensando en lo que nunca sucedió. La espontaneidad no se hizo para mí. La palabra perfecta para la persona perfecta y en el momento perfecto nunca fue dicha, al menos, por mi boca. Pero hay otras muchas cosas que hice bien. El egoísmo trató de destruir mis ojos, pero dejó una fina línea que me permitía pensar coherentemente. Lástima que el egocentrismo sólo retirara la zarpa de mis ojos cuando nadie me veía, cuando nadie me escuchaba, cuando nadie sabía que yo estaba allí. Sola conmigo misma. No trato de excusarme, pero alguien tenía que pensar en mí. Por ahora y por siempre: sigo adelante.

CAMBIO DE SENTIDO

Hoy, mientras caminaba de vuelta a casa, un asunto rondaba en mi cabeza. Si alguien se acercara a mí en estos momentos, ofreciéndome un deseo, el que yo quisiera: ¿qué le pediría? Durante varios minutos traté de contestar, pero no encontré la respuesta... y aún sigo sin hallarla. Me resulta tremendamente difícil contestar. Cuando lo pienso, siempre acuden a mi mente peticiones del tipo salud para mi familia, para mí misma, etc. Pero parándome a pensar fríamente, ¿qué es lo que realmente me haría ilusión? ¿qué es lo que llenaría realmente mi vida? Quizá fuera el amor. No puedo evitar que resuenen en mi mente las notas de All you need is love. Siempre las dichosas canciones, que acuden a mi mente para traer recuerdos pasados y futuros. Sólo recordamos lo que nunca sucedió. Extraña paradoja que a veces te brinda la vida, pero por desgracia, en ocasiones cierta. Pienso sobre qué estarás haciendo ahora, y miles de posibilidades asaltan mi carente de clarividencia mente, que sólo busca un soplo de felicidad, un soplo de renovado aire, un soplo de tu sonrisa... Sólo con imaginarla y llenas toda mi habitación con ella. No pensaba que fuese a ser tan duro olvidar lo que nunca sucedió. No pensaba que me costaría tanto esfuerzo hacer desaparecer de mi mente los recuerdos de momentos que nunca existieron, de abrazos que nunca se dieron, de miradas que jamás tuvieron lugar. Con la primera frase que escuché de tus labios diseñé un perfecto mundo que jamás llegué a conquistar, un universo de miradas y frases prediseñadas del que no sé cómo escapar, a pesar de no haber puesto un pie jamás en él... Necesito encontrar la brújula que me lleve a él, el letrero que me indique la dirección correcta de mis pasos, y no los tropiezos que me hacen caer en mis intentos por encontrar la verdadera ruta.
Parádome a pensar, y ya puesto s a pedir, pediría encontrar el amor, ya no importa si correspondido o no. Quiero sentir cómo el amor me eleva; cómo me trae y me devuelve a mi posición, cómo cada una de sus moléculas se derrama por mi cuerpo y se funde con mi sagre...Quiero saber que es amor lo que siento. Sólo cuando eso ocurra, podré hacer tres cosas: terminar de construir mi felicidad, sentar de una vez por todas la cabeza, y por qué no, dejar de escribr tonterías.

OPTIMISMO JUSTIFICADO

Sonrío cuando vago por las calles de mi imaginación, siempre sola, siempre con las notas de mi canción bailando dulcemente...Intento encontrarte cuando la oscuridad se hace presente, cuando el primer rayo de sol me despierta cada mañana, cuando el sueño me vence y mis párpados comienzan a cerrarse... Pero nunca estás. Sin embargo, cuando no te espero, cuando no te sueño, apareces, como si ganaras en este pulso que ambos echamos al destino... Y llegas pletórico, llegas tan cambiado... como si el tiempo hubiera hecho estragos en tí, como si fueses otra persona. No hay vez que no te reconozca, no hay un instante en el que dude acerca de quién es el que se acerca a mí con esa sonrisa que hace suspirar sólo con verla, sólo con percibirla... Llenas mi mundo de color, llenas cada hueco que queda vacío. Los instantes en que puedo gozar de tu presencia son tan efímeros en el tiempo que apenas puedo darme cuenta de que ha ocurrido, de que el tiempo ha cedido y me ha permitido verte... pero ni imaginas cuánto me compensa, ni imaginas cuánto merece la pena esperar y obtener mi beneficio... Ojalá mañana despertara con la ilusión de volver a verte, ojalá que todo saliera bien, según yo lo espero. Sé que volverás. Sé que toda esta espera algún día cobrará sentido, y me alegraré de jamás haber abandonado... GANARÉ.

AIRES NUEVOS

Camino sonriendo, mientras miles de notas de canciones que nadie nunca ha escuchado vagan por mi mente, en una danza que estremece solo con percibirla. No puedo evitar que acudan a mi mente decenas de instantes en los que he sido feliz. Instantes que, por alguna razón que hoy desconozco, no se han marchado de mi memoria, instantes que permanecen instalados en los recovecos de mi cansada alma. Y ahora tengo tantas dudas…Siempre quise tener el futuro en mis manos, y ahora sólo tengo signos de interrogación que enmarcan sentimientos. ¿Amor? ¿Cariño?...Quién sabe en lo que se convertirán esas palabras, quizá hoy, vacías de propósito, se tornen ladinas. Quizá mañana cambie todo. Es ésa esperanza la que me alienta cuando caigo. Es la cabida de esa mínima posibilidad la que me insta a seguir caminando, si bien me encuentro en una especie de escalera mecánica, de la cual desconozco el destino. Dejaré que me conduzca hacia donde ella quiera, hacia donde mis pasos me quieran llevar. Mi vida está avanzando demasiado rápido, apenas puedo reparar en los detalles que hasta ahora han llenado mi vida. Intento buscar en las palabras mías y de otros un consuelo, una guía, una voz que me indique por dónde debo continuar. Pero a veces esa voz se apaga, y soy yo la que tiene que mover cielo y tierra por encontrarla, hasta que lo consigo, y entonces, la felicidad llama a mi puerta y se queda a cenar. Pero no llega a los postres, siempre tiene tanta prisa… Será que tiene que ir a otros lugares a procurar a la gente de felicidad. No seas egoísta. Camina, avanza, pensando que a tu lado están otros, quizá más necesitados que tú. Quizá ellos necesitan tu ayuda.
Otras veces intento amparar mi desazón con la música. La música me eleva y me conduce hacia parajes desconocidos, individuales. La música me hace rememorar momentos en los que vi todo claro, momentos en los que no faltaba nada para completar mi felicidad. No confundir con alegría, aquel estado de aparente y momentánea felicidad. De alegría rebozo por todos los costados, en algunos momentos más que en otros… Da igual, no quiero que esto se convierta en un consultorio del psicólogo, no quiero plasmar aquí todo lo que me inquieta día a día, aunque a veces no podré evitar hacerlo.
Pero prometo ser fuerte, prometo luchar, por quien sea o por qué sea. No importa la meta, no importa, el destino, no importa la compañía. Sólo importa que estoy aquí, que tengo ganas de ser feliz y que no voy a parar hasta encontrar lo que me falta.

NUEVO DESPERTAR

Quién sabe dónde estaré mañana... Quizá esté aquí, o quizá esté muy lejos, o quizá ni siquiera me haya movido de la posición en la que estoy ahora: tumbada en mi cama, con las piernas cruzadas...Cada día que pasa es demasiado parecido al anterior. Busco incansablemente novedades, noticias, hechos que den un giro de 180º a mi vida y la tornen feliz, como recién estrenada. Llevo demasiado peso en mi maleta. Kilos y kilos de sueños rotos...Pero sé que algún día seré yo quien los repare, seré yo quien con la fuerza y las ganas de los años me arme de valor y restaure tantas ilusiones lesionadas por el camino , un camino que yo misma tracé. Un castillo a partir de una simple mirada; un futuro a partir de una sonrisa. Jamás habrá un arquitecto capaz de diseñar a partir de tan poco...Por ahora no me importa. Sé que llegará un día en el que la soledad se despida de mí, para nunca más volver, para dejar atrás una vida. Hoy empieza un nuevo ciclo en mi vida, a partir de este día quiero mirar a mi futuro a los ojos, sin temblar, sin vacilar, sin sentir que puedo caer...Al fin y al cabo, como una vez escuché, no tengo prisas, tengo TODA LA VIDA POR DELANTE.