martes, 23 de marzo de 2010

Y EL AMOR ME DEJÓ

Y EL AMOR ME DEJÓ
Una tarde, tomó mi fría mano, y sin mirarme a los ojos, se despidió para nunca volver. Me dejó.
Ahora me sorprendo a mí misma sonriendo al teclear estas palabras, porque sin saberlo, su pérdida me dio un nuevo impulso. Ahora me siento renovada, limpia, fumigada de pesimismo. Gracias a mis dotes horadadoras conseguí llegar al fondo del asunto, conseguí aprender la lección.
Esta muy bien todo eso de la esperanza, de la paciencia, del no rendirse jamás...Bla, bla, bla. A veces el sentido común tiene que prevalecer, tiene que alzarse con brazos cruzados por encima del estúpido interés en imposibles. ¿Vino la madurez? No, que yo sepa. No es madurez lo que atravesó mi vida, sino una repentina y atroz ráfaga de espíritu crítico, que a saber dónde la dejé la última vez que la hube usado -probablemente al fondo del cajón, junto con la capacidad de olvido-.
Ahora mis palabras suenan distinto, incluso mi mirada es distinta. He aprendido a sonréir por lo que de verdad importa, por lo que sí tiene gracia, y no por lo estúpido y absurdo, como antes solía hacer. Ha dejado de importarme la perfección: he descubierto que no existe.
Ahora el haven't met you yet de Michael Bublé resuena en mi cabeza. Su profundo dinamismo, su alegría, su carga de positividad... son todo lo que ahora necesito.
Con la maleta llena, con el espíritu limpio, camino nuevamente. Me he dado la vuelta para así poder empezar de cero. Con Michael. O sin él. No importa.

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